miércoles, 19 de septiembre de 2007

Hombre del espacio

Publicado en Mon Empresarial, Octubre 2007

Francisco Giménez Plano
Director General de Augere & Asociados y de Augere Foundation

¿Todavía no le habían dicho que como líder usted está llamado a ser un hombre o mujer del espacio? Cada vez entiendo mejor por qué un amigo, hace ya muchos años, se asignó en su tarjeta de visita el cargo de “hombre del espacio” bajo su nombre.

Pensará que me he vuelto loco, pero déjeme explicarle que no me estoy refiriendo al espacio al que lanzamos nuestras naves espaciales, sino a aquel que compartimos con otras personas, ya sea en nuestra organización o fuera de ella.

Es propio de los líderes poner la atención y la intención a diferentes niveles: primero, en uno mismo, tomando conciencia de los propios pensamientos, emociones y sentimientos, y en cómo son manejados. El silencio y la reflexión ayudan a ello; segundo, en los otros, poniendo una intención positiva en el otro que contribuya a crear una relación de calidad y de largo plazo y, a su vez, manteniendo la atención en uno mismo y en cómo son manejadas las propias emociones; y, finalmente, en el espacio que se crea entre ambos, equipo u organización, percibiendo aquello que está más allá de las palabras y que tiene que ver con las expectativas, los deseos, las inseguridades y miedos, los valores y creencias, los hábitos y rutinas que están flotando en el ambiente.

Como líder, usted ya ha experimentado ser hombre o mujer del espacio y conoce que es precisamente lo intangible lo que mueve lo tangible.

Liderando en tiempos de cambio

Publicado en la revista Expresión Aragonés, Octubre de 2007

Francisco Giménez Plano
Director General de Augere & Asociados y de Augere Foundation

¿Hay tiempos hoy en día que no sean de cambio? Probablemente usted estará ahora tranquilamente sentado, y no le supondrá ningún esfuerzo pensar en su trayectoria vital, para darse cuenta que el cambio ha estado presente a lo largo de toda su vida. Así es, estamos en un permanente proceso de cambio o, si lo prefiere, de evolución.

Lo mismo sucede en las organizaciones. Tanto si a lo largo de su trayectoria profesional sólo ha estado en una empresa, como si lo hizo en varias de ellas, habrá podido experimentar procesos de cambio o evolución de manera prácticamente permanente.

Tradicionalmente en management se habla de las diferentes fases por las que una persona, un producto o una organización pasa: su nacimiento, crecimiento, madurez y decline. Todas ellas requieren manejarse con una alta capacidad de adaptación a los nuevos retos que generan, si bien, seguramente el momento más crítico y caótico se produce en el momento en el que, en la fase de madurez, se requiere dar un golpe de timón para reinventarse.

Interpretando el momentum

Sabemos que las señales del entorno no siempre apuntan en la misma dirección y que, en algunos casos, son incluso contradictorias. Conducir mirando el cuadro de mando nos aporta una información parcial de la realidad a nuestro alrededor. Los planes estratégicos, planes de acción, indicadores y demás instrumentos de navegación nos pueden aportar una información cuantitativa de dónde estamos. Pero la realidad es que son los intangibles, que por ser invisibles no están reflejados en ese tablero de navegación, los que finalmente determinan el éxito de la travesía según el rumbo que se haya elegido.

Si esos tangibles fueran la parte visible de un iceberg, y los intangibles fueran la parte sumergida e invisible del mismo, hacia dónde cree usted que éste se movería si al mismo tiempo se dieran unos vientos hacia el norte y unas corrientes hacia el sur. La pregunta no tiene truco. Sin duda el 80% del icberg sumergido, se dejaría arrastrar por las corrientes hacia el sur. Esta parte sumergida, los intangibles, representan los patrones, hábitos, deseos, expectativas, valores, creencias, miedos e inseguridades de las personas de nuestra organización.

Por tanto, en tiempos de cambio, sin duda es imprescindible marcar estrategias de dirección que conduzcan a nuestra compañía al éxito, pero de nada servirán si no somos capaces de liderar las corrientes del cambio.

Manejando las corrientes del cambio

Liderar las corrientes supone manejarse a tres niveles de percepción y relación con el entorno:

1.- Liderar desde uno mismo, poniendo la atención (observándose) y la intención (qué quiero lograr) en sí mismo, tomando conciencia de los propios pensamientos, emociones y sentimientos, y en cómo estos son manejados. El silencio y la reflexión son una gran herramienta para ello.

2.- Liderar desde los otros, poniendo una intención positiva en el otro que contribuya a crear una relación de calidad y de largo plazo y a crear desde éste, a la vez que se mantiene la atención en uno mismo y en cómo son manejadas las propias emociones.

3.- Liderar desde el espacio que se crea entre ambos, entre los miembros de un equipo o entre las personas de una organización, percibiendo aquello que está más allá de las palabras, flotando en el ambiente, y que constituyen las corrientes que definitivamente mueven el icberg.

Liderando con éxito

Los líderes que, además de obtener éxito desde el punto de vista del negocio, son valorados de manera positiva por su entorno, han desarrollado una habilidad extraordinaria en manejarse a los tres niveles de liderazgo mencionados de una forma natural, como natural es el cambio en nuestras vidas.