martes, 22 de julio de 2008

Coaching de equipos: del conflicto a las relaciones de calidad

Francisco Giménez Plano
Director General de Augere & Asociados y de Augere Foundation


Si miramos a nuestro alrededor podríamos convenir que el conflicto es inherente al ser humano, si bien considerando una ley entrópica en la naturaleza, por la que todos los sistemas tienden al desorden, cabría pensar que ese no es su estado natural, que el estado previo al desorden, y propio del ser humano es, por tanto, la armonía.

El ser humano, como ser social, está convidado a ser parte de un sistema de relaciones, en las que no siempre esa armonía está presente, ya que las relaciones están también sujetas a esa ley de la entropía. La falta de armonía o el conflicto no es por sí mismo algo a evitar. De este se pueden extraer enormes lecciones, ya sea para dar por finalizado el arco de una relación, o para reforzarla, haciéndola ancha y profunda y desarrollándola.

Hay que considerar que detrás de todo comportamiento, aunque sea conflictivo, hay una intención positiva, una razón de ser o motivación que lo justifica, ya se comparta o no. Comprender dichas intenciones y reconocerlas es fundamental para superar posiciones antagónicas y avanzar en la construcción de una relación de calidad.

El coaching de equipos explora la voluntad de las partes de resolver el conflicto, facilita el cierre de heridas y la aproximación de sus miembros hacia aquellas posiciones cercanas a los intereses en común en torno a los que alinearse.

Los aprendizajes obtenidos a lo largo del proceso han de servir para determinar cómo afrontar nuevas situaciones de dificultad en el futuro, madurando como equipo en la definición, incluso, de los mecanismos para conservar intacta la relación y trascender del conflicto para construir relaciones de calidad a largo plazo.